¿Por qué no podemos tener empatía con las personas privadas de libertad?

¿Por qué no podemos tener empatía con las personas privadas de libertad?

Por: Javier Gallegos Gambino | 05.04.2018
Hoy duerme en el Congreso la posibilidad de que Daniela Vega pueda tener su identidad legalmente acreditada; y lo mismo ocurre con la posibilidad de mejorar las condiciones de habitabilidad de las cárceles, de perseguir el respeto por las mínimas garantías constitucionales de toda persona, de establecer mecanismos efectivos de protección a grupos vulnerables que hoy también cumplen condena (mujeres, población LGTBIQ, migrantes, indígenas).

Daniela Vega regresó a nuestro país con un Óscar y el reconocimiento mundial por su actuación en "Una Mujer Fantástica", invitándonos con ello a reflexionar y debatir en torno a cuáles son los límites de la empatía.

En un país tradicionalmente conservador y una sociedad dominada por el individualismo, determinar dichos límites parece un ejercicio radical, que corresponde hacer. La invitación de Daniela es, en ese sentido, un desafío democrático.

Este desafío aún está pendiente en materias de alto interés de la sociedad: género, inmigración, y pobreza en general. Ahora bien, respecto de la seguridad ciudadana y la delincuencia, ese desafío es aún mayor: hoy apostamos a la empatía respecto de quienes se encuentran cumpliendo condena al interior de una cárcel.

Apostamos a la empatía porque creemos firmemente en que la pena privativa de libertad no es ni debe ser sinónimo de tortura ni venganza. En contra de dicho principio, la realidad es una lamentable enemiga: las condiciones en las que hoy una persona vive el encierro están lejos de cumplir los estándares y exigencias mínimas de dignidad a que toda persona humana tiene derecho. Así lo muestra el informe sobre condiciones carcelarias elaborado por la Fiscalía Judicial de la Corte Suprema y publicado en febrero de este año. Lo ha dicho también el Instituto Nacional de Derechos Humanos en su estudio sobre condiciones carcelarias del período 2014-2015.  Por más de dos décadas todas las instituciones, organizaciones de la sociedad civil y agrupaciones de familiares de presos y presas lo han denunciado. Pese a ello, la situación crítica del aparato penitenciario chileno ha mantenido su tendencia a empeorar en el tiempo. Y es por falta de voluntad política, de interés institucional, y, en definitiva, por falta de empatía de toda la sociedad.

Como Leasur ONG, desde el trabajo en la cárcel, desde la investigación y la crítica, hemos decidido mirar a otros seres humanos, aquellos que hoy se encuentran presos/as, y de preguntarnos "¿por qué no?", en vez de "¿por qué?". ¿Por qué no luchar por condiciones de vida más justas, más dignas de nuestros presos? ¿Por qué no instalar en el debate público la necesidad democrática que exige hoy reformar estructuralmente el aparato penitenciario?

El tiempo pasa, el reloj corre y la gente se va. Hoy duerme en el Congreso la posibilidad de que Daniela Vega pueda tener su identidad legalmente acreditada; y lo mismo ocurre con la posibilidad de mejorar las condiciones de habitabilidad de las cárceles, de perseguir el respeto por las mínimas garantías constitucionales de toda persona, de establecer mecanismos efectivos de protección a grupos vulnerables que hoy también cumplen condena (mujeres, población LGTBIQ, migrantes, indígenas), entre tantos otros temas.

El ejercicio radical de trasladar la empatía a todos los ámbitos, será el móvil desde donde empujaremos las reformas urgentes que persiguen la construcción de un país más justo, democrático e igualitario.