La anti-patria de Piñera
Que no se juega con la soberanía, pregonaba Piñera. Sin embargo, mientras Chile, bajo su administración, perdía ante Perú la soberanía de una porción de mar, el entonces Presidente de todos los chilenos se enriquecía a través de una de sus empresas, negociando con otra empresa pesquera peruana. Lo que era un fallo adverso para todos los chilenos, perder soberanía marítima, se transformaba en ganancia comercial para el Presidente. Esta obsesión por el lucro es el reflejo de cuan antipatriótico puede llegar a ser Piñera.
Especular con la tierra, el mar y el dinero de todos los chilenos ha sido parte de su historial de vida. De hecho, y bajo la excusa de la supuesta eficiencia indudable del mercado por sobre las capacidades del Estado, vendió ESVAL, ESSBIO, ESSAL y Aguas Andinas. ¿Existirá algo menos patriótico que vender el agua de todos los chilenos? ¿Siendo el acceso y calidad del agua, derechos humanos fundamentales, y siendo Chile una reserva mundial de agua dulce? No se trata de condenar de manera infantil la participación de privados en servicios estatales, sino la ausencia casi total del Estado en un sector estratégico, que no le permita siquiera regular o definir zonas prioritarias en materia de inversión en infraestructura.
El punto es otro. La especulación al servicio de intereses personales y no nacionales, siendo presidente. Piñera especuló con el mar y el agua potable de todos los chilenos. Y en ambas ocasiones, perdimos patria, soberanía y grados importantes de autonomía. Es no sólo inaceptable, sino que impropio de quien tiene como principal deber, cautelar los intereses de la Nación y sus habitantes. No nos equivoquemos, cada vez que Piñera o la derecha decidió privatizar la administración de nuestros recursos naturales fundamentales, ocurrieron dos cosas. Primero, especular con bienes pertenecientes a todos los chilenos, y luego, cederle la administración de un servicio fundamental a un tercero, es decir desligarse de toda responsabilidad en su rol de Jefe de Estado. Extraño para alguien que se jactó de dotes en materia de gestión.
Pero insisto, es hora de superar los clichés anacrónicos. No se trata de poner en duda el rol del sector privado, esencial en el desarrollo del país, además de las alianzas público-privadas. No sólo creo en la urgencia de garantizarle certeza jurídica al empresariado, sino también en la necesidad de mejorar la capacidad de captación de inversión extranjera. Sin embargo, el crecimiento económico sustentable requiere planificación más que especulación. De nada le sirve a la economía y el bienestar nacional, arriesgar el principal factor económico nacional; nuestros recursos naturales. Al privatizar casi la totalidad del agua de los chilenos, Piñera imposibilitó a los futuros gobiernos el poder incidir sobre algo tan esencial como proyectos de inversión e infraestructura hídrica que garanticen suministro permanente.
La salud, la educación, las pensiones, el transporte público, el agua y la minería, deben estar regulados, administrados, o en su defecto, controlados, en parte, por empresas estatales. El error de la derecha conservadora es seguir en el debate anacrónico de Estado versus mercado. No se trata de una elección binaria. Un Mercado fuerte necesita de un Estado fuerte, capaz de regular, definir reglas del juego claras para todos, evitar los monopolios y oligopolios que detectamos regularmente en Chile. Lamentablemente, la derecha conservadora sigue analizando la sociedad en términos de Estado versus mercado. Pero la Economía es mucho más que eso. Se trata de resolver un problema de escasez. Y es rol del Estado administrar recursos escasos, atendiendo la urgencia de los chilenos y la necesidad de velar por un plan de desarrollo.
Piñera fue poco patriótico cuando ganó dinero especulando con Exalmar, mientras el resto de los chilenos lamentábamos la pérdida de soberanía marítima. No es tarea de un Presidente debilitar al Estado para que el Mercado y los grandes empresarios, puedan hacer con el dinero y recursos de todos los chilenos lo que quieran. No es así como entiendo el servicio público y mi compromiso con los chilenos es no sólo velar por una economía pujante, dinámica y verdaderamente competitiva, sino también por tener reglas del juego claras, donde no existan incentivos para que unos pocos se beneficien de lo que les pertenece a todos los chilenos.