El intento de falsificar la historia del despojo al Pueblo Mapuche
Con el fin de desacreditar al pueblo Mapuche se han escrito miles y miles de frases para decir nada, lo que es una gran virtud de algunos que se autodenominan intelectuales, como el caso del escritor de la columna publicada en la Tercera, denominada “la Falsificación de la historia y la memoria” en la que dice ¿Por qué habría una deuda con los "mapuches"? Porque habría existido una invasión genocida.
Y agrega con un gran desprecio y prepotencia – tal como algunos que hoy en pleno siglo XXI siguen negando incluso el holocausto judío cometido por los nazis en la segunda guerra mundial- que en el caso chileno nunca se ha demostrado este exterminio “rol que se atribuye al Estado es una falsificación”.
Para responderle, basta un solo párrafo del Acta del oficial del ejército de Chile, donde el teniente coronel Leandro Navarro, 5 de noviembre de 1881 (Tomo I: 194), expresaba:
“En esa noche los indios que se encontraban prisioneros como sospechosos, trataron de sublevarse en el calabozo i para imponerles intimidación, hubo necesidad de dar muerte a algunos i fusilar a la mañana siguiente un hijo del cacique Lorenzo Colipi… Los campos de Lumaco quedaron sembrados de cadáveres de indefensos campesinos que se estiman en más de 60, incluyendo mujeres y niños llevándoles gran cantidad de ganados”.
Las palabras del militar Navarro desmienten la negación del genocidio o etnocidio mapuche que hace el historiador Leonardo León sobre los acontecimientos pasados en Chile. Es una obligación contar la verdad. Michel Foucault decía que “estamos sometidos a la producción de la verdad del poder y no podemos ejercer el poder sino a través de la producción de la verdad”.
Para sorpresa del historiador, no es Bengoa quien descubrió que la nación Mapuche era un pueblo nación. La definición de pueblo para las llamadas Primeras Naciones, las otorga -desde 1960- la OIT luego que el convenio 107 pasara a ser el convenio 169. Más aún, antes que Bengoa Naciera, Bernardo O'Higgins en su calidad de Director Supremo de la República de Chile ya había reconocido al Estado Mapuche y su independencia en su carta del 13 de marzo de 1819, que decía: “(…) Os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados”.
Pero mucho antes fue el Jesuita Diego de Rosales, en 1627, que en su Libro el Reyno de Chile el Flandes Indiano, Capitulo XXXII dice que no solo era nación, sino que eran un gobierno democrático: “Que en muchas cosas se gobiernan los indios de Chile conforme a las otras naciones políticas. En su gobierno, aunque no tienen estos indios de Chile una cabeza, tienen juicio de lo que llaman los políticos Democracia, que es un gobierno popular que, pues para cualquiera cosa de importancia se juntan todos, los principales caciques, y convienen en lo que van hazer”
Hasta Alonso de Ercilla en el canto II de la Araucana, explica que en el consejo de loncos se reunían todos los representantes del wallmapu (de los 4 puntos cardinales de la tierra). Para tristeza de la tesis del historiador no es que él descubriera agudamente que se juntaron un par de tribus y que por razones políticas se llaman pueblo o que una identidad invadió a otra.
De todas maneras, la deuda histórica no es por la definición de pueblo o unión de tribus como intelectualmente concluye, sino por la violación que el Estado de Chile hizo al tratado de Trapihue.
En efecto, el Estado chileno suscribió un tratado con la Nación Mapuche. En el parlamento de Trapihue el 1 de enero de 1825. Este tratado tiene como aspecto más importante, el reconocimiento a la autonomía mapuche por parte del Estado. El artículo 18, señala: “Los gobernadores ó Caciques desde la ratificación de estos tratados no permitirán que ningún chileno exista en los terrenos de su dominio por convenir así al mejor establecimiento de la paz y unión, Seguridad general y particular de estos nuevos hermanos.” Es decir, se reafirmaba la separación entre ambas sociedades como garantía de la paz en el mundo fronterizo, es más el art. 30 dice “Queda obligado el Gobierno a facilitarles el paso para este y el otro lado del Biobío poniendo de su cuenta lanchas, balsas, o barquillos pequeños en los lugares de costumbre a fin de evitar incomodidades en su comercio, que podrán extender hasta lo último de la República con la condición precisa de saludar y pedir el correspondiente pasaporte por medio del Comisario al Jefe de Frontera”. Ergo, pedir pasaporte no es otra cosa que reconocer a una nación vecina.
De tal manera que el Estado Federal Argentino no tiene nada que ver con la deuda histórica que el Estado de Chile tiene con el pueblo Nación Mapuche, que el tratado de Trapihue lo firmó el Estado de Chile, no el argentino. Y para sorpresa del historiador, los pueblos originarios existían en esta parte del mundo miles de años antes que llegara Colon, 12 mil años a lo menos según los estudios antropológicos de Tom Dillehay, por lo que es natural que los argentinos se encontraran con el pueblo Mapuche, que aún que usted sr León no lo crea, antes de los estados modernos no eran ni argentinos ni chilenos.
Dice que el estado de Chile mediante Cornelio y Saavedra vino a terminar con la usurpación de tierras y que “se esforzó para que se aprobara la ley de 1866 cuyo principal propósito fue poner fin a las ventas, terminar con la especulación y los pleitos, estableciendo la propiedad del Estado” es la contradicción misma de su tesis, ya que al establecer la propiedad del Estado como el mismo afirma, confirma la usurpación del territorio mapuche y posesión del Estado, lo que confirma la violación del tratado de Trapihue y es la génesis de la deuda histórica.
El libro Antecedentes de una gráfica del despojo Nagche (2008) describe paso por paso como se le quitó la tierra al pueblo Mapuche. Ahí se pueden encontrar todos los argumentos que acreditan el intento de falsificar la historia. Encontrará ahí la Carta inédita al Ministro del Interior Recabarren, de 40 Caciques (Ñielol 28 de enero de 1881) que dice: “Señor ministro: Tenga la bondad de recibir esta nota que le manda el cacique Juan Menchiqueo Melin. Es para saber ¿Qué son sus pensamientos que trae Ud. Quién sabe si viene para darle terreno a alguno de los caciques, o viene de valiente a formar otro pueblo sobre nuestros terrenos. Por esta misma razón queremos saber ¿Con qué permiso quiere meterse aquí?; ¿Cuál de los caciques le ha dado permiso? Me parece que nadie le ha dado permiso”.
Leonardo León die que la integración al Estado Chileno fue un desastre porque los empobreció y excluyó. Se equivoca nuevamente, ya que el empobrecimiento y exclusión son consecuencias del despojo del territorio y no de la integración. No estamos sometidos, ni integrados ni dominados, estamos adaptándonos a este nuevo contexto en busca de la estrategia que nos permita salir de esta condición. Para que quede claro: jamás el pueblo mapuche se ha rendido, no existe esa palabra en nuestro diccionario.