Jacques Chonchol: "Había una dignidad muy fuerte en los campesinos"
Haciendo gala de una lucidez total, a sus 87 años recordó lo que define como “la experiencia más intensa de mi vida”. Sus recuerdos de Allende y de las miles de personas que conoció en el campo antes de ser destituido por el Congreso, en 1972, se despliegan en la memoria de este hombre que mucho antes, desde el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, soñó con hacer la Reforma Agraria en Chile.
Por Patricio López @patriciolopezp
¿Cómo era la vida diaria en la Unidad Popular?
Para mí fue muy particular porque los primeros años, desde que comenzó el gobierno hasta que tuve que salir por una acusación constitucional en 1972, estaba en el Ministerio de Agricultura y tuve que moverme por todo Chile por las tareas de la Reforma Agraria y de la organización campesina, haciendo consejos en distintas partes. Entonces mi experiencia fue poca en Santiago y mucha en el resto del país.
¿Y desde ahí cómo se veía?
Yo me movía en zonas rurales y los campesinos estaban muy motivados con lo que venía pasando. Querían que fuéramos más rápido, entonces el día se construía con conversaciones, visitas y reuniones de mucho entusiasmo. También tuvimos una experiencia muy bonita con el pueblo mapuche, porque luego de que salió Allende, en diciembre vinieron unas comunidades y lo convidaron a Temuco. Habría unas 10 o 15 mil personas en el Estadio Municipal. Allende estaba en primera fila, yo al lado de él y ellos le empiezan a plantear todos sus problemas. Sobre todo tenían una preocupación por las tierras usurpadas que les habían dado en la época de la Pacificación de la Araucanía, pero que después habían perdido por engaños. Entonces le propusieron a Allende dos cosas: que querían una Ley Indígena y que se hiciera lo más posible por recuperar las tierras despojadas. Él se da vuelta y me dice voy a tomar el proyecto de Ley Indígena, lo voy a hacer estudiar y lo voy a mandar al Parlamento, pero la ley de Reforma Agraria no dice nada sobre la situación indígena. Una solución es que te vengas con el Ministerio de Agricultura a Temuco, y al comienzo apliquen la ley de Reforma Agraria y cada vez que haya un terreno expropiable indígena, se lo devolvamos a ellos. Eran órdenes superiores con las que yo por supuesto estaba de acuerdo, así es que en enero de 1971 trasladamos todo el Ministerio de Agricultura, con jefes de servicio, subsecretarios y nos instalamos en Temuco. Por esa vía logramos devolver unas 150 mil hectáreas.
Hay muchas preguntas para la historia, pero con ese entusiasmo. ¿Qué le pasaba a usted con ese propósito tan ambicioso de transformar radicalmente el mundo del campo?
Yo estaba muy contento porque siempre luché por la Reforma Agraria, desde antes trabajé con las Naciones Unidas, estuve en Cuba en el comienzo de la Reforma Agraria, luego en México y en varios otros países y dando charlas en universidades. Ahora teníamos además el apoyo y el entusiasmo de Allende; entonces para mí era la continuación de algo que toda la vida había soñado hacer.
“La época más intensa de mi vida”
Algunos hablan de un sentimiento de tragedia en la época, de que el golpe iba a venir. ¿Usted lo vivía así?
No, al contrario, pensábamos que una posibilidad objetiva era el golpe pero en el subconsciente no creíamos, porque pensábamos que este país tenía una tradición de democracia. Y que siempre las Fuerzas Armadas habían respetado la institucionalidad, creencia en el fondo falsa, pero que tenía una cierta justificación en la conducta de los militares durante por lo menos 40 años. Además teníamos confianza en el jefe del Ejército, que era el General Prats, y que fue leal hasta el final. Entonces pensábamos que con su don de mando era muy difícil. Nos tranquilizábamos con pensamientos de ese tipo.
Le he escuchado a mucha gente que vivió en la Unidad Popular, decir que esos años fueron los mejores de su vida. ¿Usted cómo ve esa época en su biografía?
Fue una época muy intensa, la más intensa de mi vida, no solo por lo que estaba sucediendo, porque yo tenía una responsabilidad muy importante en ese proceso y estaba muy contento por ello. Cuando venía a Santiago, por mi mujer y mi hijo, yo me daba cuenta que había dificultades desde el 72, no antes. Ese año tuvo un invierno muy crudo, por lo que se pudo sembrar poco y cuando se quiso hacer vino la famosa huelga de camioneros, además del bloqueo de Estados Unidos. La situación empezó a hacerse mucho más compleja y la gente seguía consumiendo porque había poder de compra, y además había especulación.
El Chile actual, un país radicalmente distinto
¿Cuál es la principal diferencia que aprecia en la idiosincrasia de los chilenos entra esa época y ésta?
Me llamaba la atención la motivación de cambio social, cuando había una concentración la gente gritaba, se entusiasmaba, llegaba por miles. Hoy, salvo las nuevas marchas de los estudiantes que están reapareciendo, tuvimos durante la Concertación una pasividad total y la gente se dedicó a comprar. En esa época nos veíamos como compañeros o camaradas, pero cuando volví del exilio me encontré con una sociedad de consumo, que había mejorado su nivel de vida después de la crisis de los años ochenta.
¿Le chocó mucho volver?
Era otro Chile, vivir con la gente a la vuelta costaba mucho, porque era muy distinta. Primero la dictadura y después el cerco que quedó con sus leyes que la Concertación no modificó fundamentalmente, dio paso desde un país de ciudadanos a uno de consumidores. Además los partidos políticos casi habían desaparecido.
Recuerda alguna anécdota de su relación con Allende?
Yo lo veía con bastante frecuencia. Un día que estaba con él se había producido un enfrentamiento con pobladores en una toma en Santiago y los carabineros habían reprimido; entonces Allende hizo llamar a un representante de los carabineros, un general, y lo subió y lo bajó. Le dijo yo no acepto por ningún motivo que en mi gobierno se reprima al pueblo, con una fuerza y un convencimiento tal que el general apenas le decía cómo no Presidente, sí Presidente. Eso me impactó mucho.
¿Y de su experiencia en el campo? Mirando las fotos se aprecia que conoció a miles de personas.
Lo que más me llamaba la atención era que los campesinos no nos trataban de abajo para arriba, ni de arriba para abajo, sino de igual a igual, había una dignidad muy fuerte. No bajaban el moño, contestaban con mucha fuerza. Había una maduración de los dirigentes campesinos de esa época, luego de un tiempo que había sido brutal.
En las Marchas hay muchas poleras de Allende, incluso un chico que se disfraza de él, con el pañuelo blanco, saludando
¿Por qué cree que los jóvenes rescatan al presidente de una época que no vivieron?
Hay hombres que se convierten en mitos, como el Che Guevara, que en países donde ni se habla de revolución se habla de él. Allende no ha llegado al mismo nivel pero todavía marca a mucha gente, y cuando las personas saben que trabajé con él me miran con cara de envidia y me dicen pucha, lo conociste ¿y cómo era? Se convirtió en un mito y en eso influye también el simbolismo de su muerte. En este país todos los grandes hombres de la historia han muerto de una manera trágica, eso ayuda a enaltecer su figura y creo que va a revivir cada vez más.
¿Y su balance? Usted estuvo al frente de uno de los ámbitos que más cambio Chile, que fue la Reforma Agraria.
En alguna forma sí porque terminamos con el latifundio, pero fracasamos porque queríamos crear un gran movimiento campesino de pequeños agricultores y un gran movimiento sindical, y todo eso hoy no existe. Muchas veces me ha tocado ir a provincia y cuando uno habla del sindicato comunal lo miran con cara de cómo es eso. Antes eran miles de pequeños agricultores en comités. Esa movilización social, ese compromiso social hoy es como un mito del pasado; algunos lo recuerdan y algunos no hablan nada de él.
Cuarenta años después de la Unidad Popular, ¿cuál cree que es su legado?
La UP fue una experiencia extraordinaria, no solamente por el esfuerzo del programa de gobierno que tenía transformaciones en materia agraria, del cobre, bancaria, industrial, y todo eso respetando las libertades democráticas. Eso marca la experiencia de Allende y por eso se ganó un gran aprecio en todas partes, sobre todo en Europa. Tocamos tantos intereses, que yo me digo ahora que el mayor error que cometimos es que nos hicimos demasiados enemigos a la vez, muchas transformaciones simultáneamente para la real fuerza que tenía el conglomerado.