Construir Frente Amplio de mayorías y para el cambio
Estas semanas, el debate Frenteamplista ha estado marcado por posibles convergencias o migraciones en su interior. A continuación, abordaremos los desafíos de la izquierda en el actual escenario, que fundamentan nuestra apuesta.
Tras décadas de resistencias, recomposición, acumulación junto a la impugnación de la hegemonía neoliberal a través del ascenso de la lucha de masas, los resultados del FA el 19N confirmaron que la tesis de la emergencia política fue correcta, mientras el 17D demostró la fuerza de la derecha para defender el modelo, lo que implica preguntarnos por las oportunidades que abre nuestra irrupción política. Una de ellas es la reestructuración del sistema de partidos, cuya anatomía depende, entre muchas cosas, de generar una nueva relación entre movimientos sociales e institucionalidad; Estado, autonomía y cambio social. Quienes hemos construido desde los movimientos sociales, sabemos que la emergencia del malestar y la lucha social, estuvo atravesada por la tensión entre nuestra capacidad de levantar demandas impugnadoras, pero insuficientes para lograr aperturas en la democracia restringida. Así, al buscar incidencia, los sectores movilizados muchas veces quedamos marginados por una institucionalidad diseñada para desactivar el conflicto a través del consenso de las élites y la coerción de la lucha de masas, o bien delegamos nuestra iniciativa a la vieja política comprometida con intereses empresariales.
Hoy, la arena política está más movediza que nunca. La derrota electoral de Guillier, es síntoma del fracaso de proyecto de la NM, que buscó unificar sectores neoliberales y progresistas que hoy deberán reordenarse, ya sea bajo un único proyecto o dispersos entre oposición y gobierno. Por su parte, el triunfo aplastante de la derecha no significa que sus electores sean de derecha; ni los ropajes progresistas de Piñera implican un triunfo relativo del sentido común de izquierda. Más bien ocurre que las identidades de la mayor parte de la población son difusas, y no se centran en el anclaje izquierda/derecha, o dictadura/democracia instalado por la transición. Piñera triunfó porque entregó respuestas que la izquierda no tiene: seguridad, crecimiento económico y libertad de elegir frente a la indignidad de la pobreza.
Así, se abre una nueva fase del ciclo político en Chile iniciado el 2011, con la emergencia de una fuerza política con anclaje en lo “Nuevo” que falta politizar; y una derecha que vive un reordenamiento entre populismo, liberalismo político y nacionalismo neofascista, y cuyo gobierno en lugar de solo reprimir, apostará por responder al malestar social mediante la integración vía mercado.
¿Cómo nos enfrentamos a esto? Debemos impulsar la lucha social y política contra la derecha y la subsidiariedad, y para ello el FA debe conducir dicha oposición junto a sectores progresistas, siempre y cuando el carácter de esa oposición sea antineoliberal. Podemos incluso abrirnos a acercamientos tácticos en el parlamento, aprovechar la nebulosa de la DC y evitar que ésta le dé mayoría a la derecha para gobernar. No obstante, esto no se traduce en una alianza o coalición. Nuestra centralidad es consolidar el FA como coalición política, cuyo caracter está en juego, y cuya autonomía debe mantenerse, tanto del empresariado como de la vieja política. Pero dicha autonomía no radica en nuestro aislamiento, sino en nuestra capacidad de conducir al progresismo. Aplicar la estrategia de la más amplia unidad política de la centroizquierda distinta de la Concertación, cuya base programática y principios provengan desde las calles, barrios y movimientos sociales para arribar al parlamento y los gobiernos locales. De ahí que para quienes estamos por cambios profundos, es fundamental establecer objetivos para el actual escenario, y el carácter de las transformaciones que impulsaremos.
Con una bancada de 20 diputados, el FA tiene la responsabilidad histórica de hacer política y no renegar de esta. Debemos trabajar donde se definen los destinos de millones y no sólo en los espacios de convencidos. Se terminó el tiempo de la mera acumulación de fuerzas, de apelar a luchas sociales sin proyección política o de seguir suponiendo que la abstención es expresión de malestar y crítica. Hay que dar un salto cualitativo.
Con la irrupción del FA, la derecha gobernando y un movimiento de masas aún desarticulado que no puede compararse al período 2001-2011, debemos situarnos en perspectiva: no será ahora que conquistemos el socialismo, pero sí será un periodo clave para construir un nuevo bloque histórico capaz de impulsar cambios. El objetivo político del nuevo ciclo no es la configuración de polos de izquierda dentro del FA, cuyo efecto sea la pelea pequeña, tensiones innecesarias y deslegitimación permanente; o las diferenciaciones con la NM. Nos diferenciaremos de la NM y fortaleceremos a la izquierda, si establecemos como objetivo consolidar el FA como coalición de izquierda que irrumpa y permanezca en el sistema de partidos, así como conducir la oposición a la derecha, contribuyendo a la construcción de un bloque histórico cuyo cometido sea (1) La restitución de derechos sociales desmontando el carácter subsidiario del Estado neoliberal, (2) ampliar y profundizar el sentido de la democracia superando su carácter restringido y (3) disputar un sentido común de cambio a través de la batalla de ideas frente a la arremetida conservadora.
La tarea de la izquierda, en lugar de dibujar caricaturas para diferenciar sectores más o menos de izquierda, será comprender las claves del sentido común mayoritario, para interpretar y expresar sus anhelos, dolores, temores y esperanzas. Lo anterior es crucial, para que podamos conectar con las necesidades de la gente y construir ese sentido de mayorías, expresado en la construcción de un proyecto político de izquierda para Chile.
Es por ello que creemos que hoy Revolución Democrática ha demostrado hacer frente de mejor forma a los desafíos abiertos el 2011 -emergencia institucional, consolidación de una organización política útil para su cometido, un relato unificador e interpretar de mejor forma a la “nueva izquierda”-, permitiendo impulsar política para avanzar en transformaciones y no solo apuestas testimoniales. Pero también es una fuerza carente de arraigo social y territorial en aquellos sectores en conflicto estructural con el neoliberalismo; justamente allí está nuestra disposición a aportar en la lucha política, con nuestras experiencias, matices de pensamiento, pero entendiendo que el partido debe avanzar, para que el FA avance.
Queremos aportar a un partido con gran despliegue electoral, así como un partido que logre constituirse en una fuerza político cultural, que dispute más allá de la institucionalidad, que forme militancias activas en comunales, frentes de masas fuertes, y que entienda la fuerza tanto de trinchera, como de avanzada que tienen los movimientos sociales, cuya autonomía enriquece al partido, dejando atrás la visión de correa de trasmisión tan propia de los partidos de izquierda del siglo XX.
La izquierda y el FA deben forjar su identidad pensando en quiénes queremos representar, y nosotros queremos representar a todos, menos a quienes concentran la riqueza. No somos representantes exclusivos de los pobres de la encuesta CASEN, sino que aspiramos a organizar, movilizar y representar a quienes votan a Piñera y Guillier, sectores medios y profesionales, emprendedores y portadores del mérito, queremos interpretar los anhelos y pulsiones del Chile neoliberal, pero para superarlo. Es posible y urgente expresar esos anhelos en clave transformadora. Solo así podremos derrotar a la derecha, conducir la oposición, e imprimir a ésta un carácter antineoliberal y radicalmente democrático.