"País culiao": La columna de Noesnalaferia que repasa Chile de norte a sur

Por: Richard Sandoval | 05.04.2017
De la persecución a los carritos de sopaipilla hasta la muerte de una mujer por negligencia médica durante su parto en Calama, el texto repasa las desigualdades que cruzan nuestro país.

Este país es un país culiao. Culiao, culiao, culiao, me dijo una señora que vende sopaipillas en el barrio Yungay. ¿Cómo no va a ser un país culiao –me decía- si por no tener el permiso que el alcalde se ha negado a dar, esta semana le han pasado dos partes por cincuenta lucas, por la sola culpa de querer trabajar, de querer seguir juntando las monedas de gamba que le permiten mandar a sus hijos a estudiar? Y yo me pregunto ¿Cómo no va a ser un país culiao el que obliga a esa señora a trabajar una semana completa para puro pagar partes, aceitándose las manos con más fuerza y temor para poder llegar a la meta y que a la vez no la vuelvan a pillar los inspectores municipales y los pacos, esos que junto con su carrito se llevan todas las bebidas metidas en su cubeta de hielo? Los pacos, esos héroes nacionales que hoy, desde el poder, sorprenden con un desfalco a nuestros bolsillos que ya va en trece mil millones de pesos.

Sí, Chile es un país culiao, en Santiago y también en las regiones. Es un país culiao en Calama, donde hoy la familia de una mujer suplementera de treinta años debe asumir su muerte luego de que pasara veinticinco horas en trabajo de parto. ¿De qué va a servir la denuncia por negligencia médica que realice su familia? ¿Cuánto eco va a provocar en las esferas del poder la pregunta de por qué en esas veinticinco horas no se le hizo una cesárea? Chile es un país culiao, porque estamos seguros de que si esa mujer hubiera sido una mujer de la clase alta, de las siete comunas donde casi nadie gana menos de trescientos mil pesos, no se hubiera llegado a la muerte, y si hubiese ocurrido la tragedia, la muerte hubiese sido un escándalo nacional. Pero Paola Coria, de Calama, no tenía isapre, era una más de las que llegan rogando al hospital de su ciudad, una más de las víctimas mortales –porque en Chile el Estado mata- del país culiao que le gana en desigualdad incluso a México y Estados Unidos.

Chile es un país culiao también para los papás de Juan Eduardo Trujillo ¿Cómo no va a ser culiao un país que está tan acostumbrado a perseguir a los que se quedaron sin plata, que permite que un banco –el Banco Falabella- mande cartas y haga llamados cobrándole a un muerto aun cinco años después del último suspiro? Es un país culiao ese al que hay que pelearle en tribunales para que te dejen tranquilo, piensan hoy los padres de Juan, luego de lograr una condena contra el banco de la familia más rica de Chile por 40 millones por el acoso y el hostigamiento; el mismo acoso y hostigamiento sufrido por los estafados por el crédito Corfo, esos que por estudiar fueron embargados por el mismo banco luego de no poder pagar cuotas con altas tasas de interés y repactaciones irregulares.

Chile es un país culiao, piensan los beneficiarios de las becas Valech que fueron estafados por la Uniacc dirigida por Daniel Farcas, cuando hoy se enteran por las noticias que ese viejo chanta que los estafó embolinándoles la perdiz es el diputado más rico del país, con un patrimonio de once mil millones de pesos ¿Cuánto se habrá beneficiado Farcas, el caperuzo del fraude en una universidad que lucraba –según investigación de la Cámara de Diputados-, con los quince mil millones recibidos desde el Estado por concepto de becas Valech? País culiao y reculiao han de afirmar los presos políticos, los torturados que quisieron cambiar su vida aprovechando una oportunidad de estudio a los sesenta años, los viejos torturados que cedieron la beca a un hijo, a un nieto, las viejas estafadas que hoy contemplan la riqueza del sonriente Farcas. Un país que tiene a ese nivel de cretino como diputado es un país culiao, muy reculiao.

País culiao es el que, después que se le mueren niños y los dramas salen en las noticias, promete más recursos para el Sename, pero que a los meses del anuncio tiene que observar una toma de la Casa Nacional del Niño para volver a ponerse las pilas. País culiao es el que tiene un profesional por cada quince niños cuando promete uno cada ocho.

País culiao es también el que se hincará para las próximas fiestas patrias ante la bendición del Cardenal Ezzati, cuando el jefe del Arzobispado de Santiago se siga burlando de las víctimas de Karadima, esas a las que la Justicia les dijo que no cuando quisieron pedir una indemnización por el daño moral que les causó el encubrimiento que por años hizo, de los delitos del “señor de los infiernos”, el mismo Ezzati con su compadre Errázuriz. País de mierda es el que semanas después de enterarse de ese fallo de la Justicia contempla a una monja denunciando al mismo arzobispado por no darle bola cuando denunció que la violaron en un claustro de su dominio. País culiao, es también, el que escucha mañanas completas a la defensa de un inculpado de sacar los ojos a su pareja argumentar que la vida sexual de la mujer es una clave del caso. País de mierda.

País de mierda, y bien culiao, es también el de una prensa que al recibir la información de que el 93% de los presos con libertad condicional no reincidió, prefiere encender las alarmas y provocar injustificado escándalo al destacar el 7% que sí volvió a la cárcel. ¿Cómo tanta miseria, me pregunto yo? Cómo tan mezquinos. Es la misma prensa que aplaude el nombramiento de Alfredo Moreno en la CPC, el ex ministro de Piñera, el ex director de Falabella, el actual presidente de Penta –la empresa de los casi condenados Délano y Lavín- que ahora se pone el traje de “voz de los empresarios” para decirnos que el 5% adicional de cotización para previsión no tiene que ir a un nuevo fondo solidario, que eso sería “ridículo”, que “a las AFP no se les ha perdido ningún peso”. País de mierda.

País culiao es el que no pone en las portadas las golpizas que reciben cada cierto tiempo transexuales en las calles. País de mierda es el que no pone el grito en el cielo por los machetes, palos y fierros a los que tuvo que enfrentarse Canela Inbenjamin, transformista que debe conformarse con agradecer que no le rompieran los dientes, las costillas.

País culiao es el que debe soportar a Andrónico Luksic publicando en Twitter que la contaminación de Antofagasta es un problema histórico, y no haciéndose cargo de los 19 metales pesados que encontró en el polvo de las cercanías a su galpón de concentrado el Colegio Médico. Ni una sola palabra sobre el plomo y arsénico hallado en la sangre de los niños de los jardines infantiles cercanos a su fuente de contaminación.

Sí, país culiao, reafirma, cada vez más convencida la señora de las sopaipillas, echando la talla con las siete lucas que le va a devolver la colusión del Confort, esa miseria que no le alcanza ni para el diez por ciento de sus partes pero que deja a los coludidos con un rostro blanco y un descaro amplio. País culiao gritan los integrantes del Movimiento de Defensa de Valparaíso, que protestan porque la Conaf no los deja limpiar los caminos cortafuegos de Laguna Verde, multándolos por cortar los pinos inflamables, dando cauce así al peligro acechante de un incendio.

País culiao, piensan tantos que a esta hora hacen las monedas para irse para la casa, rumiando contra los tan pocos que tienen tanto y que hacen tanto para que los de abajo sigan siendo las únicas víctimas de que este sea un país culiao, uno que enrabia, indigna y duele tanto y más tanto. Un país en el que todo lo aquí descrito pasa en apenas una semana.