El contexto gris de un proceso constituyente

El contexto gris de un proceso constituyente

Por: Viviana Soto Aranda | 14.06.2016
Un proceso constituyente, y a pesar de su programa, no tiene el sentido si no se convoca y si no se participa; menos aún, si no se tiene certeza de la valoración de tantas voces de ideas oprimidas.

¿Qué nos dice este acto ciudadano que busca promover diálogos participativos?. ¿En qué sentido interpela la relación de las instituciones sociales y políticas con la ciudadanía?

El proceso constituyente nos ha convocado. Aunque con ciertas mixturas y tibieza se han organizado encuentros locales. Si bien, el proceso requiere de amplio despliegue informativo, tiempo y convocantes estrategias, pareciera que las condiciones y dispositivos institucionales no están siendo los más favorables para contribuir a ello.

A esto, las demandas que el movimiento estudiantil viene promoviendo desde el 2006 no han sido sustancialmente escuchadas. Los diálogos han sido escasos y nada contribuyentes, ultra organizados y acotados; políticamente planeados como ya sabemos “desde la cocina” por políticos y asesores técnicos “resolviendo” y buscando los caminos más bien -los atajos- más apropiados para llegar a concretar los programas que se han propuesto. Lo que nos dice esto es que un proceso constituyente, y a pesar de su programa, no tiene el sentido si no se convoca y si no se participa; menos aún, si no se tiene certeza de la valoración de tantas voces de ideas oprimidas. Es lo mismo, para el programa de la educación pública y la reforma a la educación superior, que no tiene sentido si las resuelven unos pocos y se invalida a estudiantes no reconociendo su condición de opinantes, críticos y constructores de una mejor sociedad. Son los oprimidos, a los que no se les reconoce esta condición. Esto es grave si pensamos que los propios gobiernos de los últimos casi treinta años se han encargado de reproducir la no participación, la no creatividad, la no crítica, la no discusión política. Todo ha sido una mera reproducción, no hay creación, y sin creación no hay transformación.

Qué contradicción que los mismos gobiernos se han encargado de consolidar lo que ellos mismos han criticado: el repudio y la indignación. Qué más violento que el mismo actuar de los políticos, ¿qué más violento que la represión de la autoridad con sus torturas y violaciones? ¿Qué más violento también que invisibilicen tu condición creativa? Con tanta idea que están aportando los políticos -y ahora con nuevas propuesta de cómo hacer una mejor Constitución- me asalta una duda ¿qué propósito de tan coartada creatividad está imperando? ¿Para qué negocio? Qué mejor ocasión que buscar estos espacios en épocas de pronta elección, y como se diría: “cuéntenos señora, cuéntenos señor que necesidades tiene, y yo le solucionaré el problema, para eso estamos”; claro, si son necesidades de esta sociedad de consumo con lógicas individuales y, que a la hora de presentar un giro al cómo estamos haciendo sociedad, se presentan encuadres de violencia y caos, criminalizando a los movimientos sociales. La buscada participación ciudadana está en absoluta tensión, y lo nuevamente grave es que ésta es vital y necesaria para ser una creativa y prospera sociedad. Al respecto: ¿qué contenidos de contradicción nos succiona? De qué vale -y en extremo lo planteo- intencionar la creatividad en la escuela, en el jardín de infantes si no tendrán los niños y jóvenes el espacio para crear una nueva sociedad? Porque, como podemos concluir, la lección es bruscamente contradictoria. El contenido de esa contradicción el cual es político y económico se manifiesta en que no nos estamos constituyendo, donde pareciera que nunca hubiera presencia sino mucha ausencia de sintonías y comprensión.

El texto, de este gris contexto de amenazas debe inquietarnos y no cesar de organizarnos y adherirnos argumentativamente desde lo social y político.